Las vidas ejemplares de seres humanos que demuestran su capacidad para crear, investigar o trasformar el mundo, siempre nos ayudan a ser mejores personas. De continuo estimulo a mis estudiantes de medicina a que se aproximen a seres humanos de vidas colosales, para que sean conscientes, de cuanto puede hacerse por mejorar este mundo y ayudar a los demás. La medicina debe de entenderse en esta clave, como una profesión de ayuda a los demás, es un ejercicio profesional que va más allá de la mera posesión del conocimiento teórico y que ahonda sus raíces en el espíritu.
En el plan de estudios antiguo, cuando yo era estudiante de medicina, se incluía como asignatura la Historia de la Medicina en los últimos años del grado (entonces licenciatura) y era considerada una asignatura “maría”; es decir, que no importaba…, que era circunstancial…; o lo que es igual, que no debías esforzarte mucho en superarla. Tuve la suerte de estar en el Departamento de Don Pedro Laín Entralgo y allí pude constatar, cuan importante era esta disciplina para saber de dónde venimos como médicos y hacia donde debemos de ir.
Saco a colación esta pequeña reflexión autobiográfica, para referirme a una autobiografía de un gran ser humano que dio su vida por lo demás. Se le concedió el premio Nobel de la paz en el año 1952, falleció en 1965 y su obra “Mi vida y mi pensamiento” fue escrito en el año 1931. Este alemán, que primero fue teólogo protestante, filósofo y gran músico experto en Bach, lo abandonó todo a principios del siglo XX, para ponerse a estudiar medicina. Quería ayudar a los demás y pensó que esto no podía hacerlo sólo a través de la teología y la reflexión filosófica, sino que tenía que introducirse en la miseria y el dolor humano, para poder vislumbrar lo que necesitan las personas enfermas del cuerpo y del alma.
Albert Schweitzer tras acabar su carrera, se trasladó con su esposa a África, al actual Gabón y allí con sus propias manos, construyó un hospital para atender a cuantos lo necesitaban. Pese a que atendió a todos los enfermos que acudían en su auxilio, fueron sobre todo leprosos y enfermos tropicales, sus pacientes habituales.
Te animo a que bucees en la vida de un hombre bueno y misericordioso, que quiso dar su vida por los demás. En su biografía podemos leer:
“Mientras el círculo de su compasión no abarque a todos los seres vivos, el hombre no hallará la paz por sí mismo. Teniendo respeto y reverencia por la vida, entramos en una relación espiritual con el mundo. Ninguna religión o filosofía que no se base en el respeto por la vida no es una religión o una filosofía verdadera.”
Como decía Leo Tolstoi: “Para cambiar el mundo, primero tiene que cambiar uno mismo”. En esta fantástica obra puedes encontrar las claves de cómo lo hizo Albert.