Recientemente en la revista «Archivos de Bronconeumologia», órgano oficial de SEPAR (Sociedad Española de Neumologia), se ha publicado un interesante análisis de la literatura médica sobre la utilización de los corticoides en la EPOC, tratando de poner cierto orden en un tema tan fundamental como es el tratamiento de esta enfermedad de alta prevalencia. Hoy en día, que tan sensibilizados estamos con la atención a los pacientes crónicos, y que tantas guías, consensos, protocolos, realizamos y tenemos a nuestro alcance para hacer lo correcto, en el momento adecuado, este artículo nos muestra una vez más que parece que, o bien no las conocemos, o bien no las interiorizamos y seguimos con vicios de antaño. Tenemos una vez mas, la oportunidad de revisar nuestras pautas de conducta y de hacer un análisis crítico de nuestro quehacer cotidiano. Adelantemos, que sin estas reflexiones criticas, no realizaríamos, avances en nuestro nivel competencial y es esto lo que alimenta la filosofía del desarrollo profesional continuo.
Pues bien, realizando un meta-análisis sobre cómo manejamos los médicos la EPOC, contemplamos que más de un 80% de los pacientes están siendo sometidos a dosis elevadas de corticoides. Lo paradójico de esta cuestión, es que, aunque la EPOC sea de grado severo, está injustificada esta sobreutilización de los corticoides. De más está decir, que esta utilización importante de corticoides dispara los efectos secundarios de los mismos en estos pacientes, ya de por si, con una salud bastante frágil, véase el aumento de fracturas, la aparición de diabetes, cataratas o glaucoma y un tema de gran interés, como es la aparición de neumonías secundarias al tratamiento, como ya puso de manifiesto el estudio TORCH.
Este estudio, evidencia, lo que ya podíamos intuir desde nuestra práctica clínica cotidiana y es que, ante la duda e incertidumbre clínicas, preferimos pasarnos de corticoides que quedarnos cortos, pero debemos ser conscientes de que esta decisión pone en riesgo a los pacientes y por otro lado, no mejoramos la eficacia y control de la enfermedad. Si a esta reflexión añadimos la situación de dificultades en la adherencia terapéutica en el manejo y uso de los inhaladores, debemos calibrar muy finamente, la dosis de corticoides a utilizar.
Una vez más se pone de manifiesto que hay que individualizar el tratamiento al máximo, que no hay enfermedades, sino enfermos; y que tenemos prácticas «viciadas» y sin fundamento, que tenemos que corregir en aras de nuestros pacientes.