En estos días, un nombre de la literatura americana, antes desconocido para el público español, está de moda por haber sido agraciado por el Premio Príncipe de Asturias de las Letras del recién acabado año 2012. Su nombre es Philip Roth, su logro, ser uno de los mayores narradores contemporáneos y eterno candidato al Premio Nobel de literatura. Nos debemos congratular que un premio de estas características sirva, entre otras cosas, para poner en boca del lector común a un gran intelectual. Esto es tan cierto, como que las ediciones de Roth se han vendido como rosquillas en todas las librerías del país y ha hecho, que seguidores suyos como un servidor, hayamos releído con gusto y pleitesía sus libros. En estos días, he vuelto a leer uno de los últimos libros de Roth: “Sale el espectro”, que protagonizado por un alter ego del escritor, se ambienta en Nueva York.
Cuando uno lee por primera vez un texto de Roth, lo primero que le llama la atención es la sencillez de su prosa y de su trama argumental. Sus libros hay que degustarlos con paciencia, despacio, sin precipitaciones, dejando que los personajes vayan creciendo a lo largo de las páginas y haciendo que el mundo imagínal del autor vaya calando progresivamente en nosotros. Roth tiene el don de los grandes narradores de todos los tiempos, desde Tolstoi, pasando por Mann y Hesse y, por supuesto, con gran parecido costumbrista posmoderno de nuestro Pío Baroja.
La trama del libro es bien sencilla: un escritor retirado durante 11 años en una zona rural de USA, regresa a Nueva York para someterse a una intervención médica para resolver sus problemas de incontinencia, surgidos después de una operación de cáncer de próstata. Ese regreso a la gran ciudad lleva a nuestro protagonista a ser “un espectro que recorre la ciudad”, donde el tiempo ha hecho mella en usos y costumbres, pero no así en la codicia y la ambición humana. La grandeza de Roth estriba en penetrar en la psicología de sus personajes y en dar una profundidad a su obra que la hace universal. Podríamos decir que, cualquier atento lector, podría aprender todo lo que quisiera saber sobre la psicología humana leyendo las obras de Roth.
Hace un par de semanas, la noticia que ha asaltado las páginas de los periódicos de todo el mundo es que Roth ha anunciado su abandono de la literatura, argumentando estar cansado. No deja de ser curioso que Nathan Zuckerman, su alter ego en la ficción, haga lo mismo en “Sale el espectro”. Si es cierto o no, no lo sabremos aún, aunque el escritor no acudió a recoger el preciado premio, alegando el mismo motivo. Si fuera así, sus admiradores debemos dejar que descanse, que abandone todo y se retire al anonimato de la América profunda. Lo mejor de Roth lo tenemos en nuestras bibliotecas, pero yo estoy seguro de que el maestro nos volverá a sorprender, no tardando demasiado.