Cuando hablamos de “magia”, lo asociamos al ilusionismo, es decir la capacidad que tenemos mediante el engaño y el subterfugio de hacer realidad imposibles que van más allá de las leyes de la física. Nada más alejado de la realidad de la verdadera magia. La magia ha formado parte de la historia de la humanidad desde sus mismos comienzos y ha estado relacionada con la capacidad del ser humano para conocer la verdadera urdimbre de la existencia y en esa medida, poder alterar el curso de las leyes físicas. La magia nos acerca a lo misterioso, a lo sobrenatural y por ello, nos acerca a los dioses. Nuestra cercanía a los dioses, nuestro conocimiento del cosmos, como un gran ser vivo que palpita en cada rincón de la existencia, es capaz de poder alterar para bien (magia natural o blanca) o para mal (magia negra o demoniaca) el curso de los acontecimientos. Es por ello que la verdadera magia nada tiene que ver con el ilusionismo, sino más bien con la trascendencia y la espiritualidad.
El famoso y renombrado teólogo, filósofo y pensador Giordano Bruno, adalid del Renacimiento, fue quemado en la hoguera en el año 1600 por sus heréticos juicios y teorías sobre el mundo. Bruno no solo promulgaba la existencia de otros mundos habitados y aportaba una visión panteísta de la existencia, donde Dios, se convertía en cosmos y existencia, sino que apoyándose en Platón y los neoplatónicos recupero la tradición egipcia que se remontaba al Hermetismo y donde la magia era un ingrediente fundamental. Bruno fue un científico que recupero una visión científica del universo de Kepler y Copérnico, fue un filósofo que recupero la tradición Hermética neoplatoniana, pero ante todo fue un mago que bebió de la tradición egipcia y que pensó que en un universo “mágico” todo era posible. Dios se convertía en hombre y el hombre se convirtió en Dios y por ello, Dios, hombre y cosmos, eran lo mismo y esa equivalencia se podía entrelazar con el conocimiento mágico. En el grito ahogado de Bruno en la hoguera que se mantuvo firme a sus ideas y convicciones se puede oír el eco lejano de Einstein, Born, Heisemberg y tantos otros físicos cuánticos, que, pese a no ser quemados en la hoguera, fueron silenciados y maltratados por la ciencia oficial de la época.
Si quieres conocer de una manera profunda el pensamiento de Bruno en el ecosistema del Renacimiento y su gran legado en la ciencia, la historia y el pensamiento moderno, te recomiendo el magnífico libro de la académica Frances Yates “Giordano Bruno y la tradición hermética”, no te dejara indiferente.