Debo realizar una declaración de intenciones, uno de mis autores favoritos es el japonés Yukio Mishima y en las siguientes líneas trataré de explicar algo que sólo desde el sentido estético puedo llegar a esbozar. Todos tenemos autores preferidos o si se quiere «fetiches», por sus temáticas, por su dinamismo y forma de escribir, por lo que representaron, porque nos emocionan, porque tocan nuestra alma, o simplemente porque están de moda.
En mi caso, hay tres autores no españoles que tocan mi alma cada vez que abro sus páginas y para mí son guías en la oscuridad, los considero sabios, pues son conocedores del alma humana, son sabios en su conocimiento del mundo y me aportan un sentido estético de la vida que acompaña mi existencia, Estos tres autores son Hermann Hesse, Ernest Hemingway y Yukio Mishima. Un alemán, un americano y un japonés, sin aparentes coincidencias, salvo su pulsión hacia la muerte. Fue ésta la que llevo a Hesse al borde de la locura y del suicidio, y lo consiguió en caso de Hemingway y Mishima.
En el caso del autor que nos ocupa murió en pleno siglo XX, en el año 1970, suicidándose públicamente, a la auténtica usanza japonesa, mediante el rito del seppuku. Tras leer por radio un manifiesto donde criticaba el modelo de vida artificial del Japón moderno y reivindicaba la autenticidad de los viejos valores del Japón tradicional, del Japón de los samuráis, de la limpieza de las artes marciales y, en definitiva, del sentido trágico de la vida, clavó su cuchillo ritual en la zona del Hara, mientras su discípulo predilecto le decapitaba. Situación tremenda en pleno siglo XX, para un autor de gran éxito, premio Nóbel de literatura, que nada mas lejos de haber perdido la razón, quería ser coherente con su vida y con su forma de entenderla. Eso me recuerda lo escrito por Tolstoi acerca del sentido último de la vida del ser humano. Al ruso le salvo su fe, su profundo sentido espiritual de la existencia, al japonés no le salvo su fe, pues ésta, estaba depositada en valores que no encontraba, ni a su alrededor, ni lo que es peor, en su interior.
Pienso que el legado literario de Mishima es impresionante y su vida apasionante. Por eso me sorprende la moda actual de leer compulsivamente a un excelente escritor nipón contemporáneo, Haruki Murakami, sin tener conocimiento previo del coloso de las letras Yukio. Los textos de Mishima rebosan belleza, intensidad dramática y una sensibilidad que duele en el alma. El más occidental de los escritores japoneses, se creía deudor de la Grecia clásica, su ideal de belleza, sus patrones de vida austeros, el honor y la vida vivida ejemplarmente. Nunca antes se han dado la mano de esta manera tan intensa el Japón de los samuráis con los clásicos griegos; el producto de este entrelazamiento único tiene un nombre, Mishima.
El libro, «El rumor del oleaje», es una bella obra de amor, del amor puro de dos adolescentes, que nos emociona y nos hace retrotraernos a nuestro recuerdo del amor platónico y adolescente y a ese punto álgido donde se trasforma en amor carnal. El punto donde lo platónico y lo carnal se dan la mano. Nadie lo ha descrito como Yukio en este libro. Puro sentimiento, un espectáculo de los sentidos que sobrecoge y agarra nuestro corazón, no sólo como médicos, sino como seres humanos.
Acceso a compra: El rumos del oleaje