Como expresaba con mucha solvencia y rigurosidad el filósofo y místico francés Rene Guenon, toda tradición espiritual bebe de unas fuentes esotéricas que se convierten en el humus donde se arraiga la tradición, el rito y la religión. Para el místico francés, toda tradición espiritual que pierde su conexión con sus cosmogonías, su simbología y su visión poética de la existencia, es una tradición que se marchita y desvanece. También nos llamaba la atención junto a su discípulo Frithjof Schuon, de que el cristianismo estaba en peligro de extinción precisamente por dicho motivo. Mientras el budismo bebía de la tradición Veda y de su rico acerco esotérico, el judaísmo lo hacía de la Kabbalah y el islán del sufismo, el cristianismo estaba olvidando su tradición esotérica y por lo tanto su misticismo, con lo cual su mitopoetica se estaba literalizando y eso llevaba a un cierto anquilosamiento y rigidez en la tradición. Quizás, esos y otros fueron los motivos que llevaron a maestro y alumno hacia el islán, abandonando su cristianismo natal y cultural y acercandolos a la iniciación Sufí. Ninguno de los dos, dejo de ser cristiano, al fin y al cabo, como afirmaba Henry Corbin, habían nacido siendo platónicos, pero abandonaron la tradición antropológica y cultural cristiana en sus formas para ocupar unos ropajes islámicos.
La pregunta es, ¿tiene el cristianismo su dimensión esotérica? Y si la tuviera ¿cuál es esta dimensión y cómo podemos recuperarla? Es obvio que, desde un punto de vista filosófico y cultural, las tres religiones monoteístas beben del mismo sustrato esotérico y este es el platonismo. Si quisiéramos ser más exhaustivos, el platonismo cristiano que ha tenido una alta condensación en los movimientos gnósticos y en el hermetismo alejandrino puede llegarse a rastrear hasta los filósofos presocráticos y especialmente Pitágoras y su escuela y más allá en el esoterismo egipcio. Pero es en la tebaida egipcia donde a través del movimiento hesicasta de los padres del desierto donde platonismo, hermetismo y gnosticismo se ponen más en evidencia y se demuestran que son el caldo de cultivo para una mística de lo cristiano. Podríamos llegar a decir que para que el exoterismo cristiano, es decir la religión cristiana pueda beber de sus fuentes místicas y esotéricas hay que revitalizar el movimiento hesicasta, re-actualizarlo y hacer una nueva lectura de las escrituras en las que se fundamenta su tradición, tanto la biblia, como los evangelios. Como afirmaba el mitólogo Josep Campbell todo texto sagrado tiene varios niveles de comprensión, el más elemental es el literal, pero también tenemos un nivel de lectura histórico, incluso mitológico-simbólico y el más complejo que es el místico que encierra toda la sabiduría destilada y encriptada de la tradición. Pues bien, igual que en la actualidad se están realizando una re-lectura y re-interpretación de las cartas y textos del Apóstol Pablo que lo acercan al gnosticismo, nos encontramos con la buena nueva de que un gran escritor, filósofo y místico contemporáneo lo está haciendo con los evangelios. Pablo dOrs, español, nieto del filósofo Eugenio dOrs, sacerdote que a la sazón constituyo hace algunas décadas un movimiento de meditadores denominado “Amigos del desierto”, basado en el misticismo hesicasta que le enseño su padre espiritual Frank Jalics, ha acometido con rigurosidad científica y con espíritu de poeta una lectura mística de los evangelios en su obra “Biográfica de la luz”. Este autor ya nos sorprendió hace años cuando firmo un texto que abrió la meditación al mundo cristiano con su “ biografía del silencio” y ahora nos sorprende con la luz, la luz de la mirada de contemplar el Cristo individual y al Cristo cósmico como diría Theilhard de Chardin con una frescura y una profundidad que nos revitaliza y nos conecta de manera automática con nuestras propias raíces, las raíces eternas que como sarmientos nos conectan con la cepa cultural, antropológica y mística de nuestro pasado. Esta savia que recorre cada página y que nos exhorta a una nueva visión sin tabúes, con valentía y con fundamento guiado por nuestros padres fundadores, nos proyecta a un nuevo cristianismo más universal, más espiritual y más comprometido con la humanidad y con el entorno ecológico. Solo a través de la mística lograremos participar en construir un universo integrador donde las bellezas de nuestras almas reflejen la Luz del mundo.