Estamos en una sociedad hedonista, donde prima la búsqueda del placer, la satisfacción inmediata, y la incapacidad para tolerar las sensaciones desagradables, como el dolor, la incertidumbre o la frustración. Este es el veredicto más expresado por profesionales sanitarios, sociólogos y psicólogos. Nuestra sociedad está marcada por el afán de éxito, por la informática y las telecomunicaciones, donde prima más el Tener que el Ser, y donde el éxito en la vida viene condicionado por obtener un trabajo cómodo, bien remunerado y considerado socialmente, aunque en los últimos tiempos la exigencia para muchos se ha transformado en necesidad y ha llevado a que se conformen con “tener un trabajo”.
En esta sociedad de vertiginosos cambios, el canon de belleza establece que tan solo los “cuerpos diez”, de figuras apolíneas, tienen éxito en todas las facetas de la existencia. La vida solo es de los bellos y de los ambiciosos. Pero la vida es algo más compleja que todo esto. En estas fechas plenamente navideñas, hemos de pensar menos en los cánones estéticos y revitalizar valores éticos y sociales, como la solidaridad, la amistad y “el compartir”. En este mismo sentido, es importante aplicar estrategias de educación para la salud en la población, para que los ciudadanos sean-seamos más conscientes de la transcendencia de la salud en todas las esferas, no sólo en la física.
El cuerpo enferma; aunque la ciencia avance a pasos agigantados, el dolor sigue existiendo y la muerte es inevitable. Es cada vez más frecuente que en las consultas de los médicos aparezcan pacientes jóvenes aquejados de dolencias extrañas e injustificadas, que posiblemente obedezcan a estrés, trastornos de ansiedad o disfunciones socio familiares. Los ciudadanos de hoy en día quieren resolver todos sus problemas de manera rápida y eficaz, y los profesionales de la salud etiquetar cualquier disfunción aunque solo sea porque es distinta a lo que se considera “normal”.
En la actualidad “la ciencia conoce casi todo”, “no nos puede doler nada”, nuestro cuerpo debe de ser una máquina perfecta y no nos debería estar permitido enfermar nunca. Situaciones normales de la vida las hacemos patológicas y emprendemos autenticas cruzadas contra ellas. La adolescencia, la menopausia o la disminución del deseo sexual que conlleva la edad, son situaciones que tratan de evitarse con las terapias actuales.
Debe imponerse algo de cordura, pues una sociedad madura debe educar en múltiples principios de la vida, debe reforzar la estructura de la personalidad y ayudar al crecimiento individual y colectivo. La señal más inequívoca del fracaso de las sociedades occidentales, antes llamadas industrializadas, es el fracaso en la socialización de los ancianos, que han perdido su importante función de correa de transmisión intergeneracional. Este es el tipo de situaciones que debemos revertir, luchando por tener una sociedad madura y sana, una sociedad que se responsabilice de sus mayores, y que eduque a los más jóvenes en unos hábitos sociales y saludables adecuados.
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