Dice un dicho popular que “todos los caminos conducen a Roma”, en clara alusión a la antigüedad clásica, cuando el afán civilizador romano dedicó gran parte de su esfuerzo y heraldo público a construir una red de calzadas que interconectaran el imperio. El imperio romano estaba creciendo de manera vertiginosa y se necesitaba una red de comunicación que facilitara el contacto desde Hispania hasta Israel, desde el norte de África y Egipto y hasta las Islas Británicas. El Emperador divinizado necesitaba tener a todos sus ciudadanos bajo el yugo de la ciudadanía romana. Así, aun cuando San Pablo nació en Tarso o Séneca en Hispania, eran ciudadanos romanos. Roma era el crisol de la civilización clásica, como antes lo había sido Atenas o en la actualidad lo es EEUU. El factor civilizador siempre está presente en todo pueblo que quiere imponer su naturaleza y modus operandi al resto de pueblos, denominados vulgarmente “incivilizados”.
Esta reflexión histórica la quiero trasliteralizar al mundo sanitario. Si para el sistema sanitario, el ciudadano y el paciente, es el eje del sistema, el motor generador de acciones, y si todos los caminos deben de llevar al paciente, ¿qué red de calzadas deben de utilizarse?, ¿quién es el emperador y que relación establecer sus súbditos con él en la actualidad?.
Está la Vía Augusta, el camino principal, la gran avenida excelentemente adoquinada y camino recto que representa el paseo imperial por donde sólo pueden pasar los “elegidos”, los emperadores, los que hacen política sanitaria y creen tener en su posesión la verdad absoluta sobre los destinos de los hombres. Pero hay otras vías secundarias, algunas de ellas caminos colaterales, más largos, peor asfaltados, que son recorridos por vasallos que rinden culto al emperador, pero que no pueden transitar por sus mismos lugares bajo pena de muerte. Estos caminos en la sanidad, estarían transitados por profesionales sanitarios, que rinden culto al emperador. pero cuyo objetivo fundamental está en llegar a Roma para cuidar y curar a los pacientes. Por cierto, por estos caminos colaterales también circundan una “especie” extraña y desconocida, que son los directivos de la salud (gerentes de hospital y de atención primaria), que son los que más cercanos al poder del César, al que deben rendir cuentas, pero buscando siempre el compromiso e interacción con los profesionales y los pacientes.
Todos quieren llegar a Roma (a los pacientes), pero sus caminos son bien distintos y su relación de vasallaje muy dispar. ¿Quién sirve mejor a Roma, el Cesar que marcha con escoltas por la Vía Regia, o los vasallos no bien reconocidos, que pasan penuria y hambre por caminos plagados de asaltadores y adversidad? Y lo más importante: ¿a quién valoran más los ciudadanos romanos?.
Todos los caminos deben confluir y deberían ser transitados por todos y cada uno de los protagonistas del sistema sanitario, ya que el camino no hace al que lo transita; es el «caminante el que hace camino al andar».
¡Ave Cesar!, los profesionales que caminamos hacia Roma te saludamos