En un mundo profesional sindicalizado y legalizado hasta la médula y donde, a nivel general, se produce una pérdida de los grandes valores humanísticos en la red social, distinguir entre ser un buen profesional o sentirse como tal, se hace bastante complejo.
Toda esta perorata síndico-laboral, la introduzco, para justificar mi posicionamiento con relación a mi profesión, que en mi caso es “ser médico”, y para tratar de hablar de un tema de gran importancia y de difícil explicación, que es que a mí me gusta “sentirme médico”. Y no digo que me gusta ser médico, pues de esta manera se haría referencia a ostentar una titulación que me habilita para un ejercicio concreto. Sentirse médico es una difícil sensación que trataré de poner sobre el papel y que también podríamos denominar “Ser-Médico”, donde el guión y las mayúsculas, hacen entender que es una actividad que impregna a todo el Ser.
Partamos de la base genérica de que, en general, se ha dejado de realizar el trabajo bien hecho; podríamos decir, de manera artesanal. Los requerimientos sociales, la era de la información y el vertiginoso mundo en el que vivimos, hacen y nos empujan a dar una rápida respuesta, de manera eficiente y eficaz, a todos los requerimientos…. Los individuos nos hemos ido alineando ante nuestras actividades, burocratizándolas para justificarnos a nosotros mismos. Con ello, hemos conseguido que, cuando se habla del amor al trabajo y concretamente, al trabajo bien hecho, una risa pícara de desprecio nos diga: “¿en qué mundo vivimos?”.
El espíritu del médico debe ser curioso y tener una entrega absoluta por desentrañar los mecanismos íntimos de la naturaleza. Cuando comento estas palabras, no me estoy refiriendo única y exclusivamente a la naturaleza física, sino más bien deberíamos hablar de la “realidad del otro”; es decir, su naturaleza material y psicosocial y, por qué no decirlo, espiritual. Cuando alguien como yo habla de sentirse médico, de la profesionalidad del médico, algunas voces críticas gritan si quiero volver al gremialismo de la Edad Media, donde la profesión médica se constituía con una serie de normas y reglamentaciones concretas y especificas. Mi intención es reivindicar una serie de valores profesionales, de valores médicos, que nos hacen distintos a los que ejercemos esta bella profesión. Los valores profesionales pueden y deben de estar recogidos en códigos deontológicos y profesionales, pero algunos de estos valores no pueden expresarse por escrito, dada la dificultad de entenderlos, más bien deben de enseñarse.
Extraido del capítulo 2: Ser médico, del libro “El arte de ser medico”