Por lo general, el sufrimiento se hace incomprensible, tanto si nos afecta directamente, como si lo vemos reflejado en la cara de un familiar, un amigo…, o cualquier semejante.
Cuando nos afecta directamente buscamos “un por qué”, indagamos en lo más profundo de nuestra razón para justificarlo, para entenderlo… en definitiva, para aliviarlo.
Pero si hay un sufrimiento difícil de entender es el de un niño. Hay niños que sufren a diario las injusticias sociales, el hambre, la guerra, el maltrato, la persecución… Consideramos que son aspectos inherentes al mundo en que vivimos, y que creemos que pocas vecesestá en nuestra mano mejorarlo; aunque no pienso lo mismo, pues como decía Mahama Gandhi: «Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo.»
Lo que suele pasarnos desapercibido es cuando el sufrimiento se esconde detrás de los ojos de una niña llenos de vida, de esperanza… de ilusión por luchar. Y es lo que pasa en muchas enfermedades infantiles, algunas conocidas como “enfermedades raras”, otras ni siquiera conocidas.
Hoy este post está dedicado a esos ojos, los de Jimena. Como veis sobran las palabras cuando los miras.
LA MIRADA DE JIMENA