El destino siempre es un camino hacia uno mismo. El último libro de la escritora italiana Susanna Tamaro, “ Para siempre”, es una narración apasionada sobre el destino y lo que nos depara el recorrido de la vida.
El último libro de la escritora italiana Susanna Tamaro termina con una enigmática frase “Dios es una criatura a la que hay que cambiarle los pañales”…dejamos al lector que llegue a sus propias consecuencias y reflexiones, por lo que si es el libro “Para siempre”, es una intensa narración sobre lo que el ser humano hace con su vida, los múltiples y recónditos requiebros del destino que remedan la aseveración de San Pablo “los caminos del señor son inescrutables”.
El texto es de un gran lirismo y de una profunda belleza emotiva y nos narra la vida turbulenta de un médico italiano, Matheo, que sufre una tremenda tragedia en su vida, algo que le marca y que le hace sumergirse en el infierno de la existencia. Tocar fondo, llegar al abismo más profundo, quemarse en las propias llamas del infierno, para desde aquí renacer como un ave fénix, con fuerza y esperanza, porque la vida es esperanza, es anhelo. La vida nos asalta en cada sonrisa, en cada hoja del bosque, en el sol y en la lluvia. Nuestro protagonista huye del mundo a la montaña, huye al silencio y es en el silencio donde encuentra la verdadera lógica interna de su ser. Porque el silencio es terapéutico y de eso saben mucho los meditadores, los religiosos de todas las tradiciones. A través del silencio nos encontramos cara a cara con nuestro verdadero Yo. Nuestro Yo desnudo, a veces es difícil de ver cara a cara y el pánico que nos invade nos hace huir, pero solo la desesperanza mas profunda y cuando nos rendimos a nosotros mismos, cuando nos dejamos llevar, es cuando recuperamos nuestra verdadera imagen, nuestro verdadero Yo.
Recuerdo mi primera experiencia de silencio, en un retiro voluntario, un frío invierno de hace muchos años, en el Monasterio de Santo Domingo de Silos. Nos rodeaba la nieve y sólo el calor del gregoriano suavizaba la dureza del invierno. Mi alma herida trataba de salvarse, pues se horrorizaba de lo que había sido capaz de hacer. Apenas me enfrenté al silencio, me poseyó el pánico y ese miedo me hizo huir en una carrera desesperada, salir del monasterio, salvar los obstáculos del frío y de la nieve y correr como si hubiera visto al diablo. Desde entonces no he parado de correr, pero cuando el cansancio y las heridas te hacen frenar la marcha, el silencio vuelve y con ello, vuelve a enfrentarnos a nuestro destino. Siempre volvemos a nosotros mismos, en un bucle eterno, con una parábola gigantesca y mágica, pero siempre volvemos a ser una criatura con pañales. Dios esta ahí, es silencio, es eternidad, es Yo. Tamaro realiza una portentosa narración que ha hecho que mi emoción aflore en mi existencia, como hace mucho tiempo no hacía, con la lectura de sus páginas. Y es que siempre hay un Matheo en cada uno de nosotros.
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