Se agrieta el pilar fundamental de la sanidad

Desde que empezaron los recortes en sanidad, hemos escuchado decir a muchos de nuestros dirigentes que la Atención Primaria (AP) es la pieza fundamental del Sistema Nacional de Salud (SNS). Una piensa, entonces, que cómo es posible que, reconociendo que en la AP es donde se resuelven la mayoría de los problemas de salud, se pueda al mismo tiempo aumentar los recortes y reducir la inversión en este nivel asistencial. ¿Cómo se permite que haya profesionales en una situación que merma el ejercicio digno de la medicina y la calidad asistencial, en parte debido a la política de recursos humanos? ¿Cómo puede ser que, en vez de reforzar la AP, se opte por no seguir las recomendaciones de la OMS en cuanto al número de pacientes por facultativo y que se hayan eliminado plazas, sobrecargando al resto de los médicos y provocando listas de espera en la consulta del médico de familia?

A esto se une la inquietud entre aquellos sanitarios locales que son funcionarios por oposición y a los que, después de muchísimos años de ejercicio, casi en el final de su etapa profesional, se les pide que decidan, sin saber bien qué es lo que deben decidir. Después de tantos años de dedicación merecen al menos mayor reconocimiento en ese final de etapa.

Por si esto fuera poco, hay otro colectivo de médicos que, por una política nefasta de las administraciones anteriores, siguen trabajando en condiciones precarias, con contratos por horas, por días, o sustituyendo a los compañeros en el periodo vacacional. Este colectivo de médicos en precario está sujeto a una bolsa de trabajo obsoleta, poco dinámica, con unos baremos desequilibrados y en la que los criterios de igualdad, mérito y capacidad están aplicados de forma dudosa. Se llega a dar el caso de que un médico joven puede pasar por delante a quien tiene más años de experiencia, con facilidad. Se menciona poco a este colectivo y cuando se hace es muy de pasada, aunque ahí está, intentando sobrevivir y actualizar su formación, pero con la incertidumbre de que van a llegar a la edad de jubilación en pocos años y no podrán hacerlo o, como mucho, lo harán en unas condiciones muy precarias.

Así que, cuando se escucha la famosa frase que define a la Atención Primaria como “eje o pilar fundamental del sistema de salud”, una piensa que si descubriera grietas en un pilar de su casa, lo primero que haría sería reforzarlo. Si alguien es consciente del problema y no hace nada o, al revés, contribuye a que la grieta aumente, a la larga está ayudando a que la casa de la AP se desplome.

Si todos los recortes y cambios estructurales que estamos viendo en la AP son para su mejora, hay que decirles a nuestros políticos que se debe gestionar bien el presente, pero con vistas a un futuro; que los médicos de AP siempre hemos arrimado el hombro, por eso la AP en nuestro país tiene el nivel que tiene y nuestros pacientes lo reconocen en todas las encuestas de satisfacción. Pero este arrimar el hombro tiene que ser de todos, desde arriba hasta abajo, no puede ser que determinada clase política tenga retribuciones por encima de las posibilidades del país. Entenderemos los recortes siempre y cuando se recorten ciertos privilegios y se adapten los gastos políticos a la nueva realidad. Si hay que arrimar el hombro y apretarnos el cinturón, lo haremos muy gustosos, pero todos por igual (grandes empresarios, banqueros, clase política y ciudadanía). Lo contrario no se va a entender, ¡no lo entendemos!

 

Por Mª Pilar Guillén Ardid, presidenta de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria en Aragón (Semergen-Aragón)