Diario de un peregrino madrileño, en busca de las raíces hesicastas

Creo que tenía 17 años cuando en mis manos de una manera providencial, como suele ocurrir con la magia de los libros, cayo un libro del siglo XIX de autor anónimo titulado “Diario de un peregrino ruso”.  Este libro marcaria mi existencia y devenir, como ha ocurrido con miles de personas. Este era un libro iniciático, donde un peregrino buscaba la Verdad, buscaba a Dios y solo lo pudo encontrar buscando en su interior, regresando al origen. Esto yo lo había aprendido en la literatura de Herman Hesse. Por otro lado, me quedé fascinado que en mi propia tradición cristiana existiera un libro de búsqueda espiritual que no me hacía viajar a las cumbres del Himalaya ni buscar un gurú en cuevas perdidas. Dios, la Verdad, la fuente de todo estaba en mi interior y la llave para llegar a Él, estaba en la repetición de un “Mantra” que guiaba mi atención hasta el órgano espiritual del corazón, haciendo que allí se produjera la trasformación alquímica. Desde aquel instante revelador hasta nuestros días, no he dejado de buscar una y otra vez junto al peregrino ruso.

Otro momento mágico, es comprobar como por aquel entonces, otro joven de mi misma edad que entonces no conocía, pero que ahora es un gran amigo y Maestro espiritual, le acontecía la misma revelación. Por aquel entonces el que luego sería sacerdote, escritor y Maestro Pablo D’Ors descubria el pequeño secreto de una vida eterna. ¿Mágico verdad? Y es aquí, cuando me enfrento y encuentro con el último libro de Pablo: “Devoción” que vuelve a unirnos a los dos de la mano del peregrino ruso. En este libro Pablo hace una Re-actualización del clásico de la literatura rusa con los ojos de un occidental cristiano del siglo 21. Además de una manera valiosa lo complementa con un ensayo sobre la dimensión Mística y por ello “Esotérica”, de la Oración del Corazón. Gracias Pablo, porque no solo nos has devuelto a una joya de la espiritualidad universal, sino que me has hecho recuperar la magia del encuentro y como los invisibles hilos de Dios entretejen nuestras existencias. Como decían los clásicos, “la cadena Aurea” continua y el testigo sigue pasando de corazón a corazón. ¡Gracias!!