Hace unos días he realizado un descubrimiento de gran interés, que quiero compartir con vosotros y que ha sido posible a través del pintor americano Edward Hopper, uno de los grandes pintores de todos los tiempos.
En este blog ya hemos reflexionado en alguna ocasión y con vuestra inestimable colaboración, sobre la pintura de Hopper y su gran impacto plástico e incluso sobre sus propios escritos. Podría decir que es uno de los pintores que más me interesan, pues sus pinturas son algo más que expresiones plásticas, sus cuadros son pensamientos, reflexiones y sentimientos puestos en escena y compartidos con nosotros, los observadores.
Hopper tiene muchas y grandes cualidades estilísticas, pero quizás su mayor cualidad, es que nadie como él ha sabido expresar una emoción y un sentimiento a través de la utilización del espacio y la luz. Cada cuadro suyo nos hace reflexionar sobre la soledad, las relaciones humanas, el amor y la indiferencia. Por eso Hopper es un maestro inigualable, que es capaz de arrastrarnos al vacío existencial de sus personajes y hacer que proyectemos sobre ellos nuestras propias vivencias.
Por ello recomiendo leer con la tranquilidad debida, un estudio sobre Hopper, de la mano del escritor americano Mark Strand, que ha sido para mí un gran descubrimiento. Strand es un poeta y ensayista de origen canadiense, gran conocedor de la poesía y literatura española y profesor en la universidad de Columbia. Su texto es una meditación sobre la obra de Hopper, utilizando algunas de las pinturas más emblemáticas del pintor.
Este texto es una clara simbiosis de poesía y pintura, donde un escritor que también es pintor, nos adentra en el rico y complejo mundo de un grande. Sirva este post para invitar a los lectores y a mí mismo a seguir profundizando en la obra de Strand y a seguir aprendiendo del mundo del gran Hopper.