Aprender a vivir…otra vez.

El ser humano no deja de sorprenderme en todas su facetas, incluso en las postrimerías de la vida y en la antesala de la muerte.

Hay un  refrán que alega que “quien sabe vivir sabe morir”, o lo que es lo mismo saber morir, con plena consciencia e intensidad de la propia muerte, es un acto de suprema entrega a la propia vida.

Si hay pacientes que saben relatarte un episodio próximo a la muerte, son los que han pasado por la experiencia de una parada cardiorrespiratoria, “el desaparecer de la linea amarilla del monitor”, como lo refleja el testimonio de hoy, o incluso sin llegar a ella, los que han padecido un infarto.

 

Y sin duda estas experiencias límite contribuyen a que deban aprender de nuevo a vivir, a valorar los aspectos fundamentales de la existencia y saber distinguirlos de lo superfluo y perjudicial. Y es lo que se hace en las Unidades de Rehabilitación Cardíaca, enseñar a vivir al paciente y a su familia con su enfermedad y su corazón.