La formación académica debe transformarse en un proceso de aprendizaje activo, profundo y enfocado a la adquisición, mantenimiento y potenciación de habilidades que mejoran el ejercicio clínico. Tradicionalmente la formación académica ha sido impartida por universidades tanto para la obtención del grado de médico, como el de doctor, así como el desarrollo de los programas de formación de médicos internos residentes. Estas etapas clásicas de la formación dotan al individuo de una serie de conocimientos básicos y complejos que la facultan para el desarrollo de su profesión en un ámbito determinado.
Los Colegios Profesionales han participado de manera poco activa en los procesos de educación médica, habiendo concentrado su esfuerzo docente y formativo en aspectos deontológicos y éticos de la profesión médica, o bien siendo meros escenarios donde las Asociaciones Científicas y Profesionales exponen sus conocimientos de manera tradicional y académica al resto de sus compañeros, eso sí exigiendo un perfil determinado al profesional para seguir ejerciendo (validación periódica). La cuestión básica es preguntarse si las Sociedades Científicas tienen algún papel relevante dentro de los nuevos escenarios educacionales ó tan solo son estructuras cuyo fin son ellas mismas.
Las Sociedades Científicas son estructuras complejas, profesionales, sin ánimo de lucro cuyo fin fundamental es la generación de conocimiento, la investigación, y la formación del colectivo al que representan. La formación que se realiza desde una Sociedad Científica es una formación “Académica-tradicional”, no reglada, que obedece a intereses, en la mayor parte de los casos, no profesionales y que esta condicionada por los intereses de grupos de presión dentro de la propia Sociedad, ó en el peor de los casos, gira entorno a intereses comerciales de la industria farmacéutica y a las necesidades de negocio de terceros, como son las empresas de servicios, editoriales, agencias organizadoras de congresos etc. Las Sociedades Científicas deben elaborar planes estratégicos de Desarrollo Profesional Continuado (DPC) que comiencen con la identificación de los aspectos negativos y positivos de la realidad actual y de las áreas en las que es necesario el cambio. La identificación de las necesidades de formación deben realizarse mediante procedimientos objetivos, como hemos comentado anteriormente, el Plan Estratégico del DPC debe ser en la medida de lo posible individual, identificándose las necesidades personales. Es importante el aprendizaje basado en una “cartera personal de formación” y el uso de un mentor, que es un profesional médico experimentado que nos ayuda a desarrollar nuestra propia estrategia y encontrar nuestras propias soluciones. El mentor ofrece apoyo y desafío, ayuda en la identificación de las necesidades de formación y a trazar el camino del desarrollo profesional. El mentor no emite juicios, ayuda a reflexionar críticamente sobre la experiencia y explora diferentes perspectivas. Una Sociedad científica debe aportar a su plan estratégico un panel de mentores que realicen el seguimiento individualizado de los profesionales que lo soliciten, y debe facilitar una “cartera personal de formación”, que es una colección de datos que evidencia experiencias y logros formativos del participante durante un periodo concreto. Cada cartera debe incluir reflexiones, pasando por vídeos, auditorias y proyectos, hasta un diario personal.
La motivación al cambio, que es la cuestión fundamental para el DPC y la que conlleva al cambio en el ejercicio profesional, surge de procesos individuales complejos, cognitivos y que están en relación con la estructura personal. Aun así una Sociedad Científica tiene la obligación ética e institucional de facilitar la motivación al cambio, sobretodo en lo relacionado con las aspiraciones profesionales del medio sociocultural donde se ejerce, el contacto con otros profesionales, factores organizacionales, ó bien el deseo de incorporar ó mejorar las competencias profesionales.
Un tema en el que debe ahondarse de manera decidida es el de la acreditación de actividades de formación, que debería ser realizada por los propios profesionales, que son los que conocen las características de su trabajo y los que deben exigir una formación médica específicamente diseñada para ellos. En nuestro ámbito, el nivel de competencia profesional se demuestra tradicionalmente mediante la relación de actividades formativas realizadas. Es por ello que dentro de los planes estratégicos de DPC de las Sociedades Científicas se debe contemplar la posibilidad de realizar la acreditación, control y calidad de dichas actividades.
Por todo lo expuesto, podemos concluir que las Sociedades Científicas deben convertirse en estructuras orgánicas y flexibles que faciliten el escenario educacional del colectivo profesional al que representan, facultando Planes Estratégicos de DPC, motivación e impulso para dicho desarrollo, la acreditación de todas aquellas actividades orientadas al perfeccionamiento profesional y, lo que aún es más importante, el marco adecuado para el Desarrollo Profesional de cada especialidad