En estos días hemos asistido a una grata noticia esperada y deseada desde hacía mucho tiempo. El Consejo de Universidades ha aprobado que la titulación de Medicina adquiera el grado de Master, exactamente igual que en el resto de titulaciones que presentan un programa docente de créditos y desarrollo curricular similares.
En aplicación de los Planes de Bolonia que homogenizan los contenidos docentes de toda Europa, Medicina junto a Arquitectura, eran las únicas titulaciones que sólo facultaban para la obtención del título de Grado, cuando por número de créditos y desarrollo, debían ser Grado y Master. Esta polémica y discriminación no fundamentada, conllevó una fiera protesta de la Conferencia de Decanos de España, de la Confederación de Estudiantes de Medicina y de cuantos estamos vinculados al mundo universitario, por creer que, una vez más, Medicina era la cenicienta de los estudios superiores. Después de protestas, manifiestos, reuniones ministeriales y presión mediática ya somos Grado-Master, y mi pregunta es ¿y ahora qué?
En estos días mi hija menor está realizando las pruebas de acceso a la Universidad y pese a que ella no quiere hacer Medicina, mi vinculación docente con la Universidad hace que reflexione sobre un tema que me preocupa poderosamente desde hace algunos años: ¿Estamos formando de manera adecuada a nuestros futuros médicos? En primer lugar debo decir que el proceso de convergencia europea de Bolonia no es la panacea de los problemas pedagógicos de la Universidad española. Temas fundamentales como la enseñanza centrada en el estudiante, fomento de las habilidades, las destrezas y aptitudes, tutorización cercana de los alumnos, etc., son prácticas muy habituales en las aulas de Medicina desde hace siglos. El sabio judío español Maimónides, argumentaba en el siglo XIII que “la Medicina era ciencia (conocimientos), arte (destrezas y habilidades) y, ante todo aptitud personal (aptitudes)”. Muchos grandes docentes de la Medicina española han dado muestras de lo recogido en Bolonia, desde Santiago Ramón y Cajal, pasando por Gregorio Marañón y Carlos Jiménez Díaz.
Por otro lado, están aconteciendo hechos muy graves y cruciales para el desarrollo de la Universidad española y más concretamente de la Medicina. En la actualidad, cada capital de provincia quiere tener su propia universidad, existiendo más universidades que alumnos, los sistemas de acreditación de profesores por parte de la ANECA sigue siendo discriminatoria para los docentes clínicos, el punto de corte para el ingreso en la Facultad de Medicina es altísimo y sin embargo tengo serias dudas de que ingresen los más capacitados; los contenidos teóricos siguen acaparando los programas, el reparto de créditos por asignatura sigue siendo muy desequilibrado, no existe evaluación de las competencias de una manera sistematizada y lo que me parece más aberrante, hemos sustituido a los pacientes por muñecos, a las consultas por simuladores virtuales y a los maestros docentes por tutorías electrónicas. En esta sociedad en la que estamos inmersos, el modelo de médico que buscan los ciudadanos es el llamado “modelo House”, es decir, profesional diagnosticador, que centra su actividad en los conocimientos y su eje de desarrollo es una suerte de “detective de enfermedades”, en vez de un “modelo humanista”, que centre su actividad en el eje conocimientos (médicos y humanísticos)-habilidades-aptitudes y cuyo desarrollo profesional avance en territorios como la gestión de la comunicación, la antropología, la sociología, la psicoterapia…
Por todo ello y por asistir como espectador en la primera línea a una perversión de los estudios de Medicina, donde formamos a alumnos para que saquen brillantes calificaciones en el MIR, alumnos sin “urdimbre humana” para enfrentarse al dolor y/o a tecnócratas del conocimiento médico, en vez de a seres humanos capacitados para enfrentarse a la compleja realidad humana, señores Decanos ¿y ahora qué?…, bajo mi criterio, ahora revisión en profundidad de los planes de estudio de nuestros estudiantes, y nuestra forma de enseñar como profesores.
Publicado en Gaceta Médica: 11/6/2012