Es una obviedad afirmar que la sangre es un elemento crucial en todo ser vivo, como elemento vehiculizador de nutrientes, coagulación, defensas corporales, etc. Sobre la sangre, independientemente de sus funciones biológicas, se ha mitificado mucho en todas las culturas y todas las épocas, pero si tuviéramos que destacar una idea por encima de todas, esta sería la de la sangre como elemento vitalizante, como portador del hálito vital.
Esta idea se remonta a las culturas arcaicas y se ve refrendada por las teorías de los humores de egregios científicos y médicos como Hipócrates, Galeno y muchos más que les siguieron. En la sangre está contenido el espíritu, aquello que nos anima, aquello que nos da la vida y nos hace ser un paso evolutivo, más allá de la materia inerte. Muchas tradiciones religiosas han refrendado esta idea, al igual que importantes mitos la han trasladado a lo largo de siglos y continentes.
Me resulta curioso, en este sentido, cómo estamos asistiendo a un reverdecer del mito vampírico, que fue magníficamente recogido con Stroker y que en la actualidad inunda libros, cómics, films, etc. Esta reflexión que os muestro de manera muy genérica, me ha sido provocada, por haber tenido, no hace mucho, una reunión con una asociación de testigos de Jehová, que reivindica la cirugía sin sangre, es decir, demandan la máxima de esta facción del Cristianismo, de no aceptar la transfusión sanguínea, por un motivo de fe religiosa y al fin y al cabo de conciencia. Su reivindicación en este sentido, es clara y precisa hacia la Administración Sanitaria: “queremos que en los hospitales se realice cirugía sin sangre, para respetar nuestra libertad de conciencia”.
Argumentan algunos temas más de actualidad, como es que la cirugía sin sangre es más económica, si tenemos en cuenta que las estructuras y procedimientos de los centros de trasfusiones no serian necesarios si se incrementara la investigación y desarrollo de hemoderivados. Además se apoyan en un movimiento profesional, donde en la actualidad, múltiples cirujanos están comenzando su andadura para iniciar procedimientos quirúrgicos sin transfusión, apoyados en consentimientos informados que trasladan toda la responsabilidad al propio paciente.
En este sentido, la Junta de Andalucía, ha elaborado unas recomendaciones para la elaboración de protocolos de atención sanitaria a personas que rechazan la terapia con sangre o hemoderivados.
Aunque no voy a incidir sobre la deontología de dicho documento, sí me gustaría sentar las bases de que debemos conciliar el respeto a la conciencia individual con la responsabilidad legal, deontológica y ética de los médicos. Se abre una laguna muy importante para la reflexión ética con respecto a esta conciliación, pues la ley en este sentido es inexorable y “ciega”, y cualquier médico que deje morir a su paciente por no haberle realizado una transfusión, aun cuando éste haya firmado un consentimiento informado de “no transfusión”, se verá sometido a juicio civil y profesional por la denegación de auxilio.
Tema interesante que sin lugar a dudas generará importante debate en la comunidad científica y en la bioética. Aquí tenéis un espacio para opinar.