Muchos somos los profesionales sanitarios que llevamos décadas denunciando la creciente medicalizacion de la sociedad. Es un fenómeno que se está generalizando, quizás por el intento racionalizador del ser humano: todo debe de explicarse científicamente, todo tiene una causa y por ello, todo tiene un remedio, una pastilla milagrosa que cura nuestras anomalías.
Llegamos a medicalizar asuntos humanos, que por el hecho de ser humanos, son inherentes a nuestra condición en el universo: A la pérdida de un ser querido que desencadena un duelo, necesitamos ponerle nombre y remedio para huir del dolor, queremos un antidepresivo que nos evite la angustia y la desesperación. Cuando estamos en el declive hormonal de la menopausia, tratamos por todos los medios de compensar los niveles químicos, de forma que se impida la aparición de trastornos como la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares. Cuando la revolución hormonal y existencial de la adolescencia alteran el comportamiento de nuestros hijos, pretendemos medicalizar y psicologizar nuestras conductas como educadores y padres.
Y como no, también le llega el turno a los trastornos psiquiátricos. Recientemente, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) está revisando su famoso manual de diagnostico DSM, cuya utilidad consiste en fijar y homogeneizar los diagnósticos de las enfermedades mentales, de forma que el diagnostico de una depresión o de una esquizofrenia debería ser idéntica en Bombay que en Berlín.
Hace varios lustros, este trabajo conllevó la eliminación de la homosexualidad del catalogo de enfermedades mentales, gran logro de la sociedad contemporánea. Sin embargo, hace unos días se ha comunicado a la comunidad científica que esta quinta revisión, que finalizara en mayo del 2013, introduce algunos comportamientos humanos, como los berrinches y llantos incontrolados de los bebes, como una patología encuadrada en los trastornos del ánimo infantil. Así que ya lo saben, cuando su bebe le de malas noches y no concilie el sueño, vaya usted a saber porqué, o su hijo de 4 años se enrabiete porque no le compra un bollo para el recreo, su psiquiatra de cabecera le podrá diagnosticar la alteración mental que posee, y por supuesto, le pautará la medicación aconsejada. También otras alteraciones como la adicción a la comida, se diagnosticarán mediante criterios objetivos y se pautará su fármaco correspondiente.
Es posible que a los profanos en la materia les resulte fascinante e increíble este avance de la medicina, pero a los profesionales con sentido común nos preocupa las concesiones que la ciencia médica, está haciendo a una sociedad cada día mas hedonista. Ya es hora de que la psiquiatría europea vuelva a recuperar su puesto de privilegio sobre la psiquiatría americana, pues sino, a este paso, ser persona será una enfermedad.