Algunos, como el que os escribe, ya somos muy mayores y podemos tener una perspectiva de la profesión desde la distancia, el desapasionamiento y, sobre todo desde la experiencia de muchos años dedicados a atender a ciudadanos, pacientes o no, gestionado una consulta de Atención Primaria, sufriendo más o menos modelos sanitarios de este nivel, peleando con Gerentes, Consejos de sanidad y, en mi caso, con otras personas de la Administración Sanitaria, como Directores Generales, Sindicatos, Ministros, etc.
En el año 1978 la Declaración de Alma Ata, estableció las políticas estratégicas en Atención Primaria desde una perspectiva integral, integrada, continuada, inmediata, biopsisocial… Muchos de nosotros, imbuidos por este espíritu, nos creímos nuestro rol, que sin necesidad de ser mesiánico adelantábamos debía ser el de un médico humano, cercano, integrado en la red social, capaz de evaluar los impactos en la sociedad y de manejar los determinantes sociales de la enfermedad y de la salud par, a través de la prevención, promoción y educación para la salud, mantener una población sana, informada, responsable y sobretodo madura en la toma de decisiones. Sin duda una política liberal y progresista, no sólo en la acepción ideológica y política, sino también conductual, para asumir que éramos un país moderno, serio y responsable a nivel individual, grupal, poblacional y por lo tanto social.
Nos embarcamos en la Reforma Sanitaria, en la Ley General de Sanidad de 1986, y en el RD de Estructuras Básicas, que ponía los cimientos de estos presupuestos filosóficos. Creamos los centros de salud, con equipos multidisciplinares y vinculados a un hospital y llevamos la salud a la puerta de la calle del ciudadano.
Cuando los que entonces éramos jóvenes entusiastas y ahora maduros responsables, después de más de 30 años, hemos visto que las cosas no han salido todo lo bien que debieran. Toda la filosofía conceptual anterior, si bien verdadera, no llegamos a creérnosla ni a aplicarla. Aunque haya sido nuestra forma de vida laboral durante muchos años, en este momento, está en crisis. Y lo está, no solo por causa de políticos irresponsables, carentes de perspectiva longitudinal, de visión de futuro, de generosidad de miras, de talante conciliador y mente visionaria, sino lo que es peor aún, por la apatía, desidia y anhedonia de la propia profesión. Los médicos de Atención Primaria, hemos terminado convirtiéndonos en funcionarios socializados y domesticados, presos de nuestra propia organización, sin expectativas de crecimiento y desarrollo profesional, sin líderes profesionales donde vernos reflejados, con unos sindicatos carentes de poder de convocatoria y con una medicina acartonada, desvitalizada, donde el gusto por lo bien hecho no existe. La culpa la tiene el sistema, el gerente, los gestores, los pacientes, la sociedad, la tienen los medios de comunicación, la tiene…, ¿ y el médico dónde está, qué siente, qué opina?.
No hemos sido capaces de demostrar que nuestra labor conjunta, en equipo, aporta valor a nuestra consulta individual a los pacientes. En momentos de crisis y en los que incluso proyectos como la unión de los países se pone en duda, como en el caso de la Unión Europea, los equipos, entre ellos los de Atención Primaria corren peligro, pero lo peor, es que el verdadero «ARTE DE SER MEDICO», tiende a desaparecer, los ciudadanos quieren otro modelo y nosotros no somos capaces de ofrecérselo, porque estamos atropellados y atorados en nuestro propio mundo autocomplaciente.
Y como me estoy poniendo quizá demasiado dramático, prefiero continuar en otro momento, así que este capítulo seguirá……
……….. Y continuó con los Equipos de Base Asociativa